"Lo que tu nombre tiene de aventura" (Editorial Hiperión)
Las cuestiones fundamentales que preocupan
y ocupan a los seres humanos y que los poetas tratan de abordar con un estilo u
otro, con unos u otros formalismos, no suelen llevarse a cabo forzosamente, en
lugares específicos.
Esa actividad mental, puede darse tanto en
viajes exóticos, visitas a entornos naturales o retiros místicos, como en ambientes
urbanos, en el lugar de trabajo, o en la casa propia.
Aun no siendo primordial quizá, para la
creación poética, el lugar, sí le confiere a la creación un sustrato
arquitectónico, un armazón, en el que pueda convenientemente fluir el mensaje que
se desea transmitir.
En el caso de David Hernández Sevillano,
al que tengo hoy el enorme honor de introducir en la presentación de su
poemario “Lo que tu nombre tiene de aventura”, el lugar es, en su mayoría, la
Naturaleza y los elementos a ella cercanos, con los que convive desde hace años;
los cuales aportan un vocabulario específico, bucólico y atávico en ocasiones, (con
la riqueza semántica que eso supone), que se mezcla con el más actual de una
persona joven, como él, que lucha para llevar adelante sus proyectos,
imbricados en el mundo que le toca vivir.
Estos ingredientes, aun aportando las
condiciones necesarias para tener entre nosotros a un buen poeta, no serían
suficientes para contar, como contamos, con un excelente escritor segoviano
reconocido a nivel nacional, que, para los que no sigan de cerca su trayectoria,
tiene publicados ya, seis poemarios y que ha conseguido premios de alto nivel como,
entre otros, el Miguel Hernández en 2009, el Hiperión en 2010, Jaén 2012 o este
Premio Valencia 2017, que hoy se presenta en Segovia con el título de “Lo que tu nombre tiene de aventura”.
¿Qué es pues, lo que convierte la obra
de David en sobresaliente, qué es lo que hace que los jurados, formados por
poetas de renombre, se rindan una y otra vez a los encantos de esta poesía
actual, moderna y a la vez entrañablemente descriptiva y de lectura plácida y
comprensible?
Para explicarlo yo recurriría al ajedrez.
Es el ejemplo que mejor me hace entender las sutiles diferencias entre lo
normal, lo bueno y lo excelente.
Me explicaré.
En una partida de ajedrez entre
jugadores con cierta experiencia, cualquiera de ellos, podría aguantarle al
campeón del mundo unas diez jugadas, sin que la táctica y la técnica empleadas pudieran
hacer sospechar que la balanza vaya a desequilibrarse a uno u otro lado del
tablero.
Esto equivaldría a decir, en nuestro
caso, que, si no profundizamos suficientemente en la obra de determinados
poetas de similares características, en principio podría darse un empate
técnico, respecto a su calidad.
Pero en ajedrez, como en poesía, existe
un momento en el transcurso de la partida, en la composición del poema, en que
la mente, que en apariencia, sólo en apariencia, se deja llevar por la
inspiración, comienza a sugerirse a sí misma, de forma intensa, posibilidades
novedosas, creativas, comienza a analizar objeciones a lo planeado, la
conveniencia de repetir o no movimientos, de abusar o no de las metáforas, de
insistir en los matices, de sopesar la trascendencia de aquella jugada que
precede a otras y luego a miles, en el caso del ajedrez o de una frase oportuna
y no manida, que antecede a otra de sentido más profundo y ésta a otra cada vez
más refinada y sustancial, en el caso de la poesía.
Existe un momento pues, en el que la
capacidad del jugador, ahora poeta, decide ejecutar un movimiento habilidoso, una
frase arriesgada, un giro emocional en el relato, un análisis limpio, simple y
brillante, que conduce al contrincante a la derrota, o en nuestro caso
literario; a niveles de concreción poética ajustada a la comprensión del
receptor, del lector, en los que mediante una compleja sencillez, lo dicho
alcanza un nivel superior al de otros escritores, que queriendo decir quizá lo
mismo, no consiguen llegar con el acierto debido, con la sutileza adecuada, a
aquellos que escuchan o leen sus versos.
Y ese es el mérito de David Hernández
Sevillano: la compleja sencillez con la que nos llega e impacta, la compleja
sencillez con la que en lo poco, nos aporta mucho más de lo que pueda aparentar,
en principio, esa forma fluida de decir y de tratar las palabras
inteligentemente.
De todos estos detalles aquí apuntados,
podréis tener constancia en la obra que se presenta hoy “Lo que tu nombre tiene
de aventura”, editada por Hiperión, donde David Hernández Sevillano ejerce de
habilidoso poeta, colocando las frases adecuadas, incisivas y sugerentes en un
poemario que consigue de forma eficaz y contundente, ganarnos la partida y
también llegar, como lectores, a una conclusión que para el poeta es el mayor
de los halagos: “Si yo escribiera poesía y quisiera expresar esa idea, lo
hubiera dicho de esa forma”.
Yo resistí la tentación, hace días, de
llamar a David para preguntarle sobre ciertos aspectos de este poemario que he
leído en profundidad y con fruición, pero acto seguido, me dije que debía de
afrontar el reto de su interpretación en solitario.
Y creo que ha sido un acierto, porque así
he podido analizar la obra de forma aséptica, a diferentes niveles, y no
principalmente a nivel argumental.
Dicho argumento, vosotros mismos podréis
juzgarlo, resulta ser amoroso en primera instancia, pero al igual que David, en
alguna entrevista, declara que “en su poesía la contemplación del paisaje es
algo externo”, yo añadiría a esa primera externidad, a ese primer soporte del nucleo fundamental del
poemario, el argumento amoroso como segunda externidad, que sirve aun teniendo
sentido por sí misma, como paso al “sancta sactorum”, al meollo argumental, que
es en mi criterio “el enfrentamiento con la madurez y la aceptación de todo
aquello que siendo vital para una persona, (en este caso David), ha dejado de
tener la frescura y el ímpetu de la juventud, para pasar a ser sentido, como
algo más predecible, más adaptado a la realidad diaria que hay que
reinterpretar, que hay que asimilar según los acontecimientos se van
presentando.
Ya no es, en primera instancia, el poeta,
el que le dice a la vida lo que quiere de ella, el que la exige, sino que ha
pasado a una estancia más íntima de la experiencia, donde seguir amando lo que
le rodea, pero de un modo más adaptativo, comprensivo y reconocedor de las
limitaciones y no por eso menos enriquecedor.
Así podríamos citar pasajes delatores de
esta idea, en el poema “A modo de dedicatoria” (P9), donde se dice “La
imperfecta parte habitable que es perfecta, de la que no nos avergonzamos y que
nos ayuda a ser todo”, o en “Improvisación” (P12) donde se lee “Amar a medio
gas, también deja secuelas permanentes”.
El reflexionar a partir de este estado
de madurez lleva al poeta a hacer reconsideraciones incluso sobre el más allá,
como en “Lo que habrá” (P17) donde dice refiriéndose a ese después de la vida: “Tú
estarás allí para que acaso yo pueda estar allí también contigo”, o en “Ahora
que estamos a tiempo” (P23) hablando de “un dios que manda siempre las cartas
sin remite”
Vemos que David Hernández Sevillano,
hace de ese modo, una poesía del todo, en el que la vida se considera como el
algo que nos ocurre y que creíamos controlar, pero que a veces tenemos que
reconducir y reconsiderar.
No es cuestión de ser conformistas,
llegadas ciertas etapas de la vida, ni de poner límites específicos a los
propósitos, pero sí de ser reconocedores de que lo que tenemos más cercano, es
lo que puede darnos más satisfacción a largo plazo.
Puede que asistamos en el poemario,
también, a pasajes que, en la misma línea apuntada, el poeta construye, para utilizarlos
como terapia vivencial, para darse ciertas seguridades por encima de la
transitoriedad y lo efímero de la existencia.
Así en “Lo que habrá” (P17) podemos leer
“Amor, te estoy hablando de la muerte por si no quedan sílabas a mano cuando
llame a mi puerta.” o también en “Dolor” se lee “¿Qué quieres que te diga,
dolor, si ya me cuentas tú todo lo que no sé de mí?.”
“Lo que tu nombre tiene de aventura”
aparte de todo lo comentado, tiene muchas más lecturas, entre ellas, la
evidentemente amorosa, que en cada uno de vosotros producirá quizá un efecto,
una interpretación diferente.
Además de este variado contenido amoroso-existencial
tan sugerente, encontraréis el “continente” formado por el rico lenguaje
poético de David y la correspondiente musicalidad sencilla, natural y
envolvente, a la que nos tiene acostumbrados en sus poemarios.
El mundo onírico de David Hernández
Sevillano
es sin duda un lugar amable en que
quedarse;
teniendo en cuenta
“lo que sus versos tienen de aventura”.
Lo mismo podemos decir de la lumbre
real,
donde se funden sus afanes diarios, con
la naturaleza
que amorosamente le circunda.
Estamos pues, en brazos de su lírica,
ante una forma envidiable e íntegra
de vivir la poesía;
y a hombros de su esfuerzo y pundonor,
ante un modo consecuente y radical
de vivir la vida.
Todo lo que sale de sus versos
es fruto de la determinación y
compromiso apuntados
y por tanto merece la pena recorrer con
él, en sus textos,
esa particular interpretación de la
experiencia vital.
Norberto García Hernanz
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