CIUDAD SUMERGIDA
Paradójicamente,
estos tiempos cargados de insolidaridad, contaminación, degradación
del medio ambiente e irreversibilidad en ciertos estados naturales,
fundamentalmente por causa de la intervención humana, son tiempos en
los que la conciencia ecológica es mayor que en cualquier otro
momento histórico.
Nunca
antes fuimos conscientes de que lo que nos rodea, forman parte de un
solo y delicado sistema, que peligra si cualquiera de sus componentes
desaparece y sabiéndolo no estamos haciendo lo que debieramos.
Esa
paradoja motiva que los pensadores contemporáneos y entre ellos los
poetas, se asombren de la inacción general y falta de compromiso,
respecto al futuro inminente que amenaza con hacernos desaparecer, en
favor de la inmediatez y entrega al consumo frenético que a diario
desgasta y degrada el medio heredado que esta sociedad debiera legar
a generaciones venideras.
Así en
su octavo poemario “Ciudad sumergida”, vemos como Ariadna G.
García se ve imbuida en las disquisiciones propias de una poeta
comprometida con su época, que trata de entender eso proceso, esa
circunstancia que zarandea nuestro planeta haciendo peligrar la
viabilidad de su futuro.
Ese
intenso soliloquio, genialmente solucionado literariamente con versos
alejandrinos en gran parte, que provocan una intensa armonía tribal
como tam-tam ancestral, se desarrolla en los distintos apartados de
poemario, con objeto de comunicar el problema que detecta la autora
sobre esa pasividad que puede llevarnos a la destrucción.
Pero
antes de llegar al núcleo de la obra, que se desarrolla
principalmente en TIERRA, Ariadna hace, en los apartados iniciales
DEVENIR y MEMORIA, un proceso de conexión con su pasado, con sus
recuerdos, como tratando de entender qué es lo que su proceso
existencial la ha legado a través de sus ancestros y experiencias
pretéritas.
Curioso que aquel pasado austero y precario, tan alejado
de la actual conciencia ecológica universal, pueda impulsarnos,
darnos lecciones respecto de lo prescindible que haría nuestra vida
menos artificial, más humana y más respetuosa con el entorno.
Pero así
es y es ese el punto de partida, el trampolín desde el cual la
autora va a iniciar su proceso de concienciación y concienciador
para luego dar el salto y avanzar, en ORIGEN, con la semilla germinal
que crece en el vientre, aquella que supondrá la continuidad, la
herencia y que desea encuentre un planeta no peor que el que ella
encontró, un planeta en el que se produzcan condiciones adecuadas y
sostenibles para la felicidad de la siguiente generación y de muchas
más.
El
desenlace de este proceso reivindicativo, viene a ser la utopía de
una ciudad interior donde, desnudos de nuestras ataduras, libres de
nuestros miedos, podamos entender el mensaje concluyente que nos
permita solucionar el gran problema de Gaia, herida severamente a
estas alturas del siglo XXI.
Es de
agradecer la frescura, elegancia, honestidad y sencillez que Ariadna
nos regala en este maduro poemario, sabiamente estructurado, así
como el deleite que nos hace sentir al leer de forma inteligible y no
por ello carente de simbolismos y metáforas, todos los poemas de que
consta. Muchas gracias.
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