lunes, 24 de octubre de 2022

Sergio Rodríguez Jiménez

 LA ESPERA COMO COSTUMBRE

LA AUSENCIA DEL TAJINASTE ROJO EN UNA CIUDAD DE CASTILLA” (Ed. Devenir)

Las carencias afectivas son tan habituales en nuestras vidas, que no es extraño escuchar de cada cual, un puñado de historias sobre paisanos, amigos, o familiares que en algún momento se apearon del tren que compartían con nosotros, sin decir la estación dónde lo hicieron, ni los motivos ni las razones que a ello les llevaron.

En el extremo de este tipo de desarraigos, está el caso de los que, como Sergio Rodríguez Jiménez, sienten la ausencia de una forma, más que visceral, umbilical, por ser la madre la protagonista de la historia y el desafecto, del tipo de los que carecen de explicación o están sub judice, es decir a la espera de conclusiones definitivas, que sin dar ni quitar razones, permitan el reencuentro y los abrazos.

Esa espera, en casos como el de este poemario, corre el riesgo de convertirse en costumbre e implicar en el proceso a las demás personas que conviven con nosotros y ahí, como lector implicado y amigo de nuestro poeta, es donde quería llegar, para resaltar la figura de la compañera, de Isabel, que teniendo un papel quizá pasivo, (como la del autor en la espera e intento de retomar el contacto con Nati) alcanza en el poemario el protagonismo que quizá ni ella ni el autor esperan le sea atribuido.

La explicación es sencilla: el dúo y lazo madre-hijo, queda suficientemente explicado a lo largo de los sesenta y seis poemas que magníficamente Sergio enlaza, sin solución de continuidad, salvo en la variación de los capítulos, que apenas son capaces de dejarnos respirar en el discurso recitativo y que por otra parte insisten en transmitir el mismo concepto de ausencia bajo los sinónimos de carencia (de semillas), falta (de germinación), escasez (de maduración) e insuficiencia (de polinización).

La guinda del pastel es por tanto, para mí por lo menos como lector expectante, esa compañera que aparece cocinando sueños o altares, oyendo penumbras, tiñendo dudas con dulces sueños y observando, en fin, junto al autor, cómo se retuerce el mundo, con una sonrisa inmóvil.

Ella, da la sensación de ser la encargada de ayudar al poeta a terminar de solucionar el problema que le angustia.

Ella quizá sea la que definitivamente le anime a intentar el desapego necesario para que la espera no se convierta en costumbre, sino en conclusión y desenlace liberador, de una forma u otra. ¿Lo conseguirá?

Excelente poemario de un autor poco partidario de presentaciones o promociones de lo que hace, en que gracias, entre otros recursos, al acertado uso de los octosílabos logra transmitirnos esa sensación de trepidante espera provocando que podamos leer prácticamente del tirón el poemario sin el menor cansancio y con el mayor interés.

Poesía íntima y sosegada, marcada por un relativo pesimismo quizá compensado, salvado, por, de nuevo, Isabel, portadora de la esperanza.

Que nunca la espera se convierta en costumbre, que la esperanza siempre más pronto que tarde alcance sus conclusiones.

Norberto García Hernanz

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