sábado, 27 de septiembre de 2014

Lluïsa Lladó


No todas las trayectorias poéticas tienen la misma evolución. Las hay que son inmovilistas en cuanto a la temática, tratando de profundizar en su lenguaje y estructura, mientras otras repiten sus modelos armónicos a la vez que experimentan con los motivos de inspiración.
Ni lo uno ni lo otro es mejor ni peor, máxime cuando, como está demostrado, existen poetas consagrados que basan su éxito en el mantener los mismos presupuestos, con la única condición de conservar a lo largo del tiempo la brillantez de su discurso.
En el caso de Lluïsa Lladó, tenemos ocasión de asistir en su segundo poemario, Elbosqueturquesa, a una evolución notoria en cuanto la temática y a la vez, aunque en menor medida, en el lenguaje poético que continua siendo original y sorpresivo.
Como ya decía María Luisa Mora Alameda en la presentación del primer poemario de Lluïsa, Azul-lejos, nos hallamos ante un diamante en bruto que de forma autodidacta no deja de tallarse a sí misma y que, como ya está demostrando, con el paso del tiempo, nos irá sorprendiendo cada vez más con la valentía de su buen decir.
Y es que valiente es su lenguaje, que intercala colorido y armonía con giros surrealistas y radicales contrastes, y valiente es su alternancia temática, conducente bajo diferentes escenarios y temporalidades al objetivo final de su escritura.
En el caso de este segundo poemario, la autora nos retrae a épocas pasadas de su existencia, en las que un bosque turquesa, donde se mezclan los recuerdos y las ensoñaciones, esconde toda la intimidad de la adolescencia, en la que primero fue niña, luego hija y luego adolescente temerosa, combativa, apasionada,…
Quedan pues atrás los contenidos de pasión amorosa y experiencia diaria visceral del primer libro, para dar paso, ahora, a un ejercicio de introspección donde retoma los orígenes, en el recuerdo de otros amores primerizos, tiernos como la inexperiencia de las primeras amistades, así como el reconocimiento de los ancestros, que en la madurez siempre se nos hacen más entrañables y próximos.
Todo ello escondido en ese refugio boscoso y turquesa, del que la autora duda salir y en el cual mantiene la tentación de permanecer. Todo ello complementado por el colorido que en la evolución ha variado  -pero no excesivamente-, del azul ultramar al turquesa más puro, siempre bajo la óptica mediterránea que embriaga de colorido marino, el sentimiento y la inspiración poética de Lluïsa.
Ese mudar inverso dentro de la experiencia vital, que experimenta la poetisa en su segunda obra, es lo que junto con su lenguaje tan peculiar, expresivo y rompedor, hace de este poemario una obra recomendable para los amantes de las nuevas tendencias contemporáneas.
                                                                                    Norberto García Hernanz

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